Sky Visions de México S. A. de C. V.

Las ventanas blindadas no me permitían escuchar el ruido de las máquinas ni de los muchos trabajadores en las líneas de ensamble. Dentro del largo hangar podía divisar los productos terminados acogedoramente acomodados: el alargado como cigarro que llamaban la FBX-II, el producto estrella de la compañía; el redondo, más chato que esférico, la BOL-9m, para clientes de gobiernos que no quieren gastar; y el típico platillo volador: brillante, elegante y cómodo, todo un clásico. Me dijeron que estaba listo mi traje. Me envolvió como una segunda piel, ya me había acostumbrado, también a la máscara que se comía mi cabeza y rostro, de la que aún no podía superar la sensación de claustrofobia. Me miré al espejo, todo un espantoso alienígena, me reí. 
Me dieron las coordenadas y la misión. No era hacer piruetas sobre el cielo nocturno de alguna playa para provocar alguna tendencia en Instagram. No era tampoco volar cerca de algún avión militar para desalentar algún ataque de alguna guerra sin sentido. No, era solo el primer contacto con alguna chica. Me dieron el nombre y el perfil de la estudiante de psicología. También su ubicación. 
No hay cuenta regresiva, era como salir de la cochera. Se abrieron las compuertas polvorientas subterráneas. Me elevé en una FBX-I y me despedía de los campos de tomates, algodón y sandía que se extendían hasta los negros cerros que cerraban el horizonte. A lo lejos, un poblado agrícola con algunos postes de luz que estaban por encenderse, amanecía. En dos segundos se perdió ese pequeño campo en el norte de México, y ya me encontraba en el espacio. Descender en el siguiente segundo implicaba llegar a mi destino en el otro extremo del continente. 
Encendí mi comunicador psiónico para empezar a impregnar ideas en ella. Nada malo, solamente impregnar en su mente que era importante subir a la azotea esa noche. Dirigí la antena unidireccional de la nave a su departamento en el treceavo piso. Escuchaba sus pensamientos en la interferencia de mis ondas psiónicas. Se rehusaba. Dudaba. Mucha tarea. Discutía contra sí misma en dejar sus investigaciones sobre extraterrestres. Pero proyecté imágenes en su mente. Entusiasmo. Deseos.
¿Por qué ella? Ella era lo que la compañía llamaba “personas de interés”; algo harían en el futuro, una pieza clave en el desenlace de su país, aunque ahora sea desconocida. Pero exactamente por qué ella y qué haría, esas son cosas que no me revelan. No me debía importar; a mí solamente me pagan por dar el tour por la galaxia.
Ahí estaba sola en su azotea con su saco esa fría tarde, mirando el ocaso y la urbe que no podía descansar; su cabello y pensamientos dejándose llevar por los vientos de dudas. Bajé la nave a su nivel de visión y ella quedó sorprendida; no sé apartó, al contrario, tomó un paso para adelante. Abrí la escotilla.
—Ven, sube —le dije sin voz.



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